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Enrique Santos Discépolo: una vida tan melancólica y atrapante como el tango

Un día como hoy pero de 1901 nacía en Buenos Aires, en el barrio porteño de Balvanera, Enrique Santos Discépolo, uno de los más grandes artistas argentinos del siglo XX.


Enrique Santos Discépolo -o Discepolín, como se lo apodaba por ser el hermano menor del reconocido dramaturgo y director teatral, Armando Discépolo- fue músico, actor, guionista y director de cine. Es considerado uno de los más grandes compositores del siglo XX por sus tangos, famosos por la poesía y la profundidad emocional que contienen.

Enrique Santos nació un 27 de marzo de 1901 en el barrio porteño de Balvanera. Su infancia no fue fácil; antes de cumplir los 9 años ya había quedado huérfano de padre y madre. Tras pasar unos años con sus tíos se fue a vivir a la casa de su hermano mayor Armando, quién se convirtió en su maestro y lo introdujo en el camino de la cultura. Gracias a esto descubrió su vocación por el teatro. Debutó como actor con solo 16 años y pocos años más tarde actuó en Mateo, la exitosa obra de su hermano. Con esta obra nacía el grotesco criollo, espíritu que luego se vería reflejado en sus propias creaciones musicales.

Discepolín comenzó a crear sus primeros tangos en 1925, pero la verdadera popularidad como compositor le llegó varios años después, con el tango Esta noche me emborracho, de tópico netamente rioplatense, que fue interpretado por la cancionista Azucena Maizani en un teatro de revistas. Días después de ese estreno los versos de aquel tango circularon por todo el país y los músicos argentinos de gira por Europa lo incluyeron en sus repertorios. Fue así que nació el Discépolo del tango, que luego escribiría Chorra, Malevaje, Soy un arlequín y Yira, yira, entre otros éxitos, mientras continuaba actuando en los teatros de Montevideo y Buenos Aires. Carlos Gardel grabó casi todos sus primeros tangos (como la inigualable versión de "Yira Yira" en 1930) y esto también ayudó en la difusión y legitimación de Discépolo como autor y compositor de tangos.

A diferencia de sus contemporáneos, Discépolo escribía la letra y también componía la música de sus canciones, una excepción en épocas en la que estos roles estaban bien divididos dentro de las industrias culturales. Aunque nunca supo escribir partituras componía intuitivamente sobre el piano y contaba siempre con la ayuda de algún amigo músico para plasmar sus melodías en el pentagrama. Dicen los expertos que fue esta capacidad doble la que le permitió trabajar cada tango como una unidad perfecta de letra y música.

Como artista era un implacable autocrítico de sus obras, que solo daba a conocer cuando consideraba que estaban realmente listas y, a diferencia de otros creadores populares, Discépolo fue siempre consciente de sus aportes.

En sus tangos expresaba su descontento con la realidad social, mostraba sus pensamientos críticos hacia la sociedad y señalaba la desigualdad que se vivía en esa época. Su obra ha sido definida más de una vez como profética, por expresar el sentido común de los argentinos. En una entrevista que dio a la revista Caras y Caretas en 1929, Discépolo expresó: "He tenido la dicha de interpretar los gustos del público, identificándome con él… ¡Estaría por asegurar que el tango es inmortal!".

Aquí algunos fragmentos de sus letras más populares:

“Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias. Sabe que la lucha es cruel y es mucha, pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina”.

“Aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda ni una mano... Ni un favor”.

“¿Cómo olvidarte en esta queja, cafetín de Buenos Aires? Si sos lo único en la vida que se pareció a mi vieja”.

“Tu ausencia es un tormento que tortura sin matar”.

“Si yo pudiera como ayer querer sin presentir”.

“Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue”.

“Nací a las penas, bebí mis años, y me entregué sin luchar”.

“He arrastrado llorando la esperanza de olvidar, enfangando mi alma en cien amores, sin piedad”.

Su vida afectiva no fue menos sufrida que sus tangos. En 1928 conoció a la cantante española Ana Luciano Divis, más conocida como Tania, cuando ella estaba de gira por Buenos Aires, interpretando su tango Esta noche me emborracho. Ese primer encuentro lo deslumbró y desde entonces mantuvieron una relación pasional y turbulenta que lo acompañaría hasta su muerte. Según las propias palabras del compositor Tania nunca lo habría valorado. En ese contexto, en una de sus giras por México en 1945, conoció a la ex actriz y periodista Raquel Díaz de León, con quien mantuvo una relación.

De este vínculo nació su único hijo, Enrique Luis Santos Discépolo Díaz de León, al que nunca conoció pues dejó a Raquel Díaz estando embarazada de 7 meses para volver a Buenos Aries a reencontrarse con Tania. Dicen sus biógrafos que este fue el motivo de su posterior depresión y que el hombre se dejó morir angustiado por la culpa de haber abandonado a su único hijo por una mujer que nunca lo valoró. Dicen también que si hubiera convertido su vida en letra y música, esta hubiera sido la más melancólica y atrapante de sus obras.

Enrique Santos Discépolo falleció a los 50 años, de un ataque al corazón, un 23 de diciembre de 1951 en el departamento que compartía con Tania. Su legado como autor y compositor -a través de los llamados “tangos fundamentales” o “tangos de oro” como Yira, yira (1929), Cambalache (1934), Uno (1943), y Cafetín de Buenos Aires (1948)- sigue siendo, al día de hoy, una fuerte influencia en la cultura popular argentina y latinoamericana.

Fuentes: Infobae, La Nación, El Historiador.

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