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Carlos Alonso, el pintor de la realidad

A 95 años de su nacimiento, celebramos al pintor, dibujante y grabador mendocino.


Carlos Alonso nació el 4 de febrero de 1929 en la ciudad de Tunuyán, Mendoza, y según su madre Josefina, ya dibujaba antes de aprender a leer y a escribir. Tal era su pasión por el arte, que durante sus estudios secundarios dibujaba en las clases de Historia, Geografía y Matemática, llegando a realizar una exposición en el hall de entrada del colegio con sus cuadernos ilustrados en clase. “En general eran historias violentas, historias de guerra, batallas. Es lo que recuerdo, no conservo nada. Cuando entré a la escuela secundaria seguía con la misma firmeza, con la misma vocación, y logré algo que me reafirmó vocacionalmente, y fue que me hicieran en el hall de entrada del colegio, en Mendoza, una exposición de mis cuadernos, los cuadernos de historia con dibujos, los cuadernos de matemática con dibujos. Supongo que lo hicieron como una forma de abochornarme, pero lograron todo lo contrario”, recordó en una entrevista que concedió tiempo atrás.

Carlos Alonso

A los catorce años ingresó a la Academia Nacional de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Cuyo, aprendiendo el oficio con grandes maestros como Sergio Sergí (dibujo y grabado); Lorenzo Domínguez (escultura) y Francisco Bernareggi y Ramón Gómez Cornet (pintura), recibiendo su primer premio en 1947 mientras cursaba allí. En 1953 expuso en la Galería Viau de Buenos Aires, lo que le permitió reunir fondos para viajar al exterior un año más tarde para mostrar sus obras en París y Madrid. “Volví al país y fui a estudiar con Lino Spilimbergo un año a Tucumán. Después me fui un año a Santiago del Estero. Ahí descubrí niños con hambre; niños con los vientres hinchados de hambre. Descubrí la miseria, y las dificultades para sobrevivir. En algún sentido, todo eso me cambió completamente el lenguaje”, comentó el artista en la entrevista antes mencionada. “Creo que un artista tiene un grado de responsabilidad con la comunidad a la que pertenece que el lenguaje tiene las facultades de comunicar. Elegí la necesidad de reflejar lo que pasaba en situaciones de emergencia, en situaciones de pobreza, en situaciones que no correspondían a la capacidad, la posibilidad, la imagen o el deseo que uno tenía de su propio país”.

Respecto a esta primera experiencia fuera del país, Carlos Alonso señaló: “En mi primer viaje a Europa descubrí a Diego Velázquez y a Vincent van Gogh, dos señales muy distintas, muy formadoras pero muy distintas. Yo era muy joven, tenía veintipico cuando vi a Velázquez por primera vez. Entonces dije: ‘ni aunque viva mil años voy a pintar así’. Fue un shock fuerte; un shock al revés. Sin embargo, cuando vi a Van Gogh me pasó lo contrario. Tuve la impresión de que esa pintura la podía hacer”. Y agregó: “Por eso digo que hay cosas que son formadoras y al mismo tiempo frustradoras. Por un lado, un nivel de calidad, de estética, de resolución de la forma y de la imagen, como tiene Velázquez; por otro, una imagen más directa, más cercana, y que te hace pensar que podes hacerla. Y esto último sobre todo en Van Gogh, que dejó de pintar a la monarquía para pintar su propio zapato. Todo eso te abre caminos. Cuando volvés a tu lugar, como ha pasado con muchos pintores, todo aquel mundo y aquella fantasía te hacen sentir la necesidad de reflejar la propia realidad, la realidad de todos los días, la que corresponde a tu país y a tu gente; cosa que sigo fervientemente tratando de hacer”.

Obra de la serie Dante x Alonso

En 1951 obtuvo el primer premio en diversos concursos de pintura y dibujo realizados en Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán. Y en 1957 se consagró ganador del concurso convocado por la editorial Emecé para ilustrar la segunda parte de “Don Quijote de la Mancha” y el “Martín Fierro”. Además ilustró “Romancero criollo”, “Antología de Juan”, “La Divina Comedia”, “Juguete rabioso”, “Lección de anatomía” y “Mano a mano”. Y en 1963 se editaron en la Unión Soviética una serie de tarjetas postales con imágenes de Don Quijote con sus dibujos, junto al de otros célebres artistas como Gustave Doré, Honoré Daunier y Pablo Picasso.

Sus obras se exhibieron en distintas salas del mundo como el Giulia (Roma) y el Eidos (Milán); la Art Gallery International (Buenos Aires); la Bedford Gallery (Londres); el Museo Nacional de Bellas Artes (México, Buenos Aires y Tucumán); el Museo de Arte de La habana (Cuba); el Museo Municipal “Eduardo Sívori” (Buenos Aires). También fue distinguido en dos oportunidades con el Premio Konex de Platino (1982 y 1992) como el mejor dibujante de la década de la Argentina; en 2012 el Premio Konex de dibujo y el Premio Konex Mención Especial a la Trayectoria de las Artes Visuales y en 2018 el Premio Nacional a la Trayectoria Artística del Salón Nacional de las Artes. Al referirse a este último reconocimiento, señaló: “Este premio me suena a una cosa que dijo Bernard Shaw, eso de tirar un salvavidas cuando llegaste a la otra orilla. Voy a cumplir 90 años. Hace treinta años hice la muestra de Van Gogh, El pintor caminante. Digo, qué lento este caminante... Pasaron 30 años. Pero bueno, aquí está”.

La violencia sobre los cuerpos se transformó en un tema recurrente en su obra, con fuerte impronta política y social. Tras el golpe de Estado de 1976 y la desaparición de su hija, Paloma Alonso, se exilió en Roma y en 1979 se mudó a Madrid. Regresó al país en 1981 y se instaló en Córdoba, donde vive actualmente. En 2019 el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires realizó una muestra que denominó “Carlos Alonso. Pintura y tradición” desarrollada a partir de los ejes temáticos de “Pintura y tradición” y “Realidad y memoria”. Y al año siguiente publicó el catálogo de la muestra, que puede descargarse en formato pdf desde la web del museo.

"No puede pensarse la historia del último medio siglo de la Argentina sin la obra de Carlos Alonso. Es un hilo que la tensa, la denuncia, la interpela y la enmienda, al tiempo que la sabe irreparable”, destacó el director del Bellas Artes, Andrés Duprat, en el texto introductorio. “Entre la alegoría y el realismo crudo, descalabrada por las violencias usuales, la producción del artista discurre por temas, formas y preguntas, con la sospecha de que la respuesta nunca cambiará. Y de que hay horror en ella. En sus visiones la vida aparece velada y, a la vez, expuesta en su frágil contingencia, su crueldad y simpleza; sus obras exceden nuestras comodidades visuales porque alumbra aquello que no queremos o podemos ver".

L.E.S., obra de Carlos Alonso en el Museo Nacional de Bellas Artes

Una de las obras que pertenecen al patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes es “L.E.S.” (1929) realizada por Carlos Alonso en honor al maestro Lino Enea Spilimbergo. “Con la serie L.E.S. aparece el doble gesto de homenaje y de reflexión sobre el lugar del artista. En esta línea realiza también otros homenajes: a Rembrandt, Courbet, Van Gogh, Renoir, y se reencuentra una y otra vez con su maestro, Spilimbergo, y con Antonio Berni, junto a quienes compartiera viajes al interior del país con el propósito de volver a entrar en contacto con las raíces. Estas series de retratos-homenajes de algún modo se funden temáticamente en otra extensa serie, la del Viejo pintor. Unas y otras recrean aspectos diferentes de la problemática del artista: en la historia y en el presente, de aquellos artistas y del mismo Alonso”, opinó Diana B. Wechsler acerca de esta obra.

“Un rasgo común a estas series que reflexionan sobre el lugar del artista es la centralidad que estos personajes adquieren en cada una de las obras, y muy especialmente el lugar de la mirada en cada caso. Alonso penetra en la captación psicológica de la conflictividad de estos personajes singulares –sus colegas en el pasado– a través de un trabajo intenso que recae en la identificación de ojos, miradas, actitudes corporales que transmiten en el espectador la inquietud vital de los representados. En fin, su propia inquietud vital”, agregó Wechsler. “Alonso conoció a Spilimbergo durante la experiencia llevada a cabo en la Universidad Nacional de Tucumán a partir de 1949. Allí, maestros y discípulos habían sido atraídos por un nuevo polo que había comenzado a despertar gran interés: el Instituto Superior de Artes”.

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